Carlos de Sousa llegó a la isla de Curazao en 2004 y la abrazó como si fuera su tierra natal, tocando las vidas de todos los que lo conocían. Sirvió a la comunidad portuguesa con gran honor y orgullo a partir de ese año cuando se convirtió en cónsul honorario de Portugal en Willemstad.
Nacido en Santa Luzía (Madeira), Venezuela lo adoptó desde muy joven pues hizo sus estudios de primaria y secundaria en el Liceo Caracas en la urbanización El Paraíso. Luego ingresó a la Universidad Central de Venezuela, donde se graduó de abogado en Derecho Mercantil con doctorado en la Universidad de Carabobo.
De Sousa fue presidente del Consejo Consultivo de la Asociación Empresarial Curazao-Venezuela y durante sus funciones consulares sirvió con cariño a los lusos de esta isla, que en el siglo XVII recibió a una importante comunidad de portugueses judíos.
Este madeirense promovió la recuperación del centro portugués de Curazao y fue un fiel sostenedor de un gran número de instituciones y asociaciones como Curazao Sail Foundation y la Organización Velas Latinoamérica Curazao. También animó a sus coterráneos a trabajar unidos, disminuir la apatía y fortalecer los lazos con Portugal, sobre todo la preservación de la lengua de Camoes.
Para su esposa Gloria Matos, los valiosos aportes y enseñanzas dejadas por Carlos de Sousa al pueblo de Curazao permanecerán vivos en la historia de la isla. Sus amigos y conocidos resaltan la simpatía que siempre transmitió y su gran sonrisa.
Poco antes de su partida inesperada, celebró la llegada a Willemstad del Navío Escuela Sagres, al que catalogó como el barco más bonito del mundo.
Carlos de Sousa falleció a sus 78 años, el 18 de julio de 2008, y sus familiares solicitaron que en lugar de flores hicieran una contribución a una obra de caridad de su elección.
Padre de Juan Carlos, Ángela y María Gabriela y abuelo de 8 nietos, será recordado como el hombre que luchó por los intereses de los lusitanos radicados en la isla caribeña.