Delia Meneses
Egresada de la Escuela Razetti de la UCV, Cristina de Cámara, hija de madeirenses, ejerció la medicina en el Domingo Luciani en El Llanito y estuvo un año en el Internado de ese hospital. Luego emigró a Lisboa donde sus esfuerzos por homologar su título de Medicina General fueron infructuosos. Intentó la gestión en España y desde principios de 2020 ejerce su carrera en una clínica privada en Barcelona, la segunda ciudad, después de Madrid, con más personas infectadas por Covid-19.
Aunque se trata de un servicio de salud privado, el trabajo se ha multiplicado debido a la pandemia. A la clínica donde trabaja De Cámara llegan pacientes sospechosos de coronavirus, atiborrados de ansiedad. «La gente está super preocupada, con mucho miedo. Vienen para hacerse la prueba porque cuidan personas vulnerables o con alguna discapacidad, algunos creen que se han contagiado porque han estado en contacto con alguien o porque tienen síntomas leves».
Se encuentran con el déficit de pruebas para diagnosticar el virus. Como en muchos otros países, en España, éstas apenas están disponibles en el sistema de salud público y no en los establecimientos privados. De Cámara explica que en los hospitales solo se practica la prueba a los pacientes graves o moderadamente graves, «cuando la persona realmente amerita un tratamiento importante. Entonces la mayoría de la gente queda por fuera y muy preocupada por la incertidumbre».
Además de la ausencia de pruebas, el otro gran problema es la falta de material de protección, explica la lusodescendiente, quien también se enfrentó a la escasez cuando trabajaba en el sistema público de salud venezolano. «Hay pocos recursos para protegerse, tanto en los hospitales como en las clínicas. La máscara deberías usarla una sola vez y desecharla al momento, porque si estuviste en contacto con alguien con Covid ya estaría contaminada. Pero no hay suficientes lo que nos lleva a reutilizarlas. Esto se convierte en un problema porque no sabes si estás infectado o no».
Sentir miedo es inevitable, pero prevalece el sentido del deber. «Aunque me asalta el temor, es mi trabajo y tengo que seguir dando atención médica porque para eso me formé. Está el recelo de infectarte, de llevar el virus a tu casa, a tus seres queridos, de que no te puedas hacer la prueba cada vez que hayas tenido riesgo porque no hay suficientes pruebas, pero a pesar de todo tienes que seguir haciendo el trabajo», asegura De Cámara.
«Me encantaría trabajar en Portugal porque es el país donde nació mi familia, donde vive parte de ella y yo tengo nacionalidad portuguesa. Pero es muy complicado, toma mucho tiempo y dinero el reconocimiento del título, por lo que me vi forzada a realizar la gestión en España. Salir de tu país y no trabajar en tu carrera por mucho tiempo no está bien», dice la cirujana.