«El mundo necesita gente real y apasionada»

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Delia Meneses

Creció queriendo vivir vidas ajenas. Acomplejada por su sobrepeso cayó en las redes de la depresión, sufrió sola, fue a psicólogos, y experimentó muchos altibajos hasta darse cuenta que el poder de cambiar su realidad estaba en la mente. En este proceso, descubrió su esencia y le encantó. Ahora quiere que otros también emprendan este camino de introspección, que hallen sus propias respuestas, pero principalmente que encuentren su pasión, pues está segura que lo que «el mundo necesita es gente real y apasionada».

A sus 21 años, Teresa Vieira siente el mismo placer en tomarse un Toddy con una adolescente o un café con una anciana. Está allí para el que quiera empatizar. Es inteligente y sensible y no le cuesta llegar al corazón de la gente. Quizás por eso una amiga le recomendó que, aprovechando su elocuencia, comenzara a grabar historias en Instagram, la red social donde en cinco meses reunió a más de 20 mil seguidores. Ella prefiere llamarlos acompañantes o «terevidentes», y con ellos comparte desde cosas simples como la forma de ponerse una bandana o temas profundos como la emigración o aquel en el que resumió la historia de su vida: el antes y el después del sobrepeso.

«Yo me refugiaba en la comida, sufría depresiones como muchas personas. Me hicieron una banda gástrica en dos oportunidades, la primera fue a los 15 años», cuenta esta lusovenezolana de padres y abuelos madeirenses. Aunque su aspecto físico cambió, pues perdió peso, el verdadero cambio ocurrió de adentro hacia afuera: cuando tuvo la valentía de remover temas que eran intocables, cuando dejó de hacer las cosas para agradar a los demás y empezó a tomar decisiones, o quizás una, la más importante: «decidir no ser la mejor o la más exitosa pero sí la más feliz». Para ser fiel a esta premisa, dejó sus estudios de Medicina y luego los de Comunicación Social por un curso de artes escénicas. Allí dice haber encontrado su pasión, aquello que la hace levantarse feliz todas las mañanas.

«Descubrí que me apasiona la actuación. Tengo mucho qué aprender, me cuesta modular, tengo una mezcla de acentos, sufro de miedo escénico, pero no me importa si me juzgan, soy feliz en mis clases», cuenta quien está residenciada en Madrid y anteriormente vivió en Estados Unidos y en Brasil.

«Emigré sola cuando tenía 16 años. Tuve que crear familia a través de amistades que iban y venían. Siempre viví lejos de la gente que quería, y ahora, los videos que publico en Instagram (@terevieiraf) son una forma de acercar a la gente a través de la pantalla. Pienso que todos somos emigrantes y la meta no es regresar al lugar del que te fuiste sino encontrarte a ti mismo en el lugar en el que estés».  Eso parece haberlo hallado en Madrid, donde dice sentirse como en casa.

Dice que se cansó de usar las redes sociales para mostrar lo que no era, por eso en sus videos no edita los errores, porque son parte de la vida. Se expresa de forma espontánea, con o sin maquillaje, llorando, riendo, con bandanas coloridas o con gorras, contando sus historias o la de otros. La intención es la misma: expresarse, vencer sus miedos, combatir los antivalores, lograr que otros se sienten identificados y ayudarlos a partir de sus vivencias. El feedback y la interacción son claves. Vieira agradece el tiempo que le regalan sus seguidores, disfruta leyendo y respondiendo cada mensaje de lo que se ha convertido en una suerte de apostolado. Por que al final, «tu guerra está donde te quiebras y tu reconstrucción en tu testimonio», se lee en su perfil de Instagram y es parte de su filosofía.

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