Los libros que nadie lee

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Serafim Marques

Gracias a los nuevos procesos de producción, se hizo relativamente fácil y barato editar un libro. Por ello nunca más fue editado un libro en Portugal. El proceso de composición, paginación, impresión, encuadernación, etc, no se comparan con los métodos del pasado, en que los tipógrafos colocaban, letra a letra, en una tabla, por cada página del libro, que luego sería colocada en una rotativa de impresión. Y si retrocedemos al tiempo de Gutenberg (año 1450), el inventor de la prensa, que viviendo en una región caracterizada por el cultivo de vino pensó y adoptó la metodología de las prensas que se utilizaban para la obtención del vino, a fin de “expresar” el jugo de las uvas. Así, esta fue tomada como molde aunque todavía era necesario mucho trabajo para transformarla en una impresora tipográfica. Las imágenes y los textos se hacían en una chapa sólo, como si fuera un gran sello donde las frases de los textos estaban compuestas por varias letras individuales. La evolución, como todo en la vida, no paró y hoy hablar de los métodos de Gutenberg es como hablar de la “prehistoria”, aunque todavía existían hace pocas décadas.

Estos costes fijos de producción, para una edición libre, debían diluirse por una cantidad económica de ejemplares editados. Hoy, gracias a la evolución de las tecnologías de todo el proceso, se pueden hacer ediciones de pequeñas cantidades de las obras literarias y se recurre a un conjunto variado de “trucos” para hacer más apelativos los libros y cautivar a los compradores y lectores. Desde las capas de los libros, su colorido y motivos dan una fuerte contribución al impulso de comprar e incluso leer, pero también el tipo de letra, disposición de las páginas, etc, en nada se comparan con las ediciones del pasado, extremadamente costosas.

Aliado a estas técnicas de venta, la entrada en el mercado de las “Grandes Superficies – vulgo Híper y Supermercados, pero no sólo”, que ponen a disposición los libros “a mano” del comprador y lector, mató a las librerías tradicionales, y los libros más accesibles y más baratos. Sin embargo, la cantidad de obras confunde a los potenciales lectores, aún más con la competencia, que los libros sufren, frente a otros medios y otra oferta de ocio. Se edita mucho, de autores que nadie conoce, nacionales y extranjeros, y la calidad literaria no salió favorecida. Muchas veces, compramos un libro, o lo levantamos en una biblioteca, y la desilusión surge, porque la historia, la forma de escritura, etc, no justifica el gasto de tiempo, él mismo tan escaso. Por eso, los monos literarios, es decir, libros sin comprador o rechazados por los lectores tienen, como destino final, la destrucción de las resmas de papel gastadas con su producción. Gran desperdicio de los libros que nadie lee …

Obviamente, hay las excepciones y, muchas veces, de donde menos se espera. Y he tenido la suerte de “descubrir” autores que me sorprenden con obras de las que acabo de gustar mucho de haber leído. Y algunos, como dije, son desconocidos o no “bautizados” con los premios literarios atribuidos a otros y que acaban por frustrarnos, cuando los leemos. Es un hecho que el hábito de lectura ha venido a decrecer con asombro en las culturas “occidentales”, porque los jóvenes y adultos jóvenes de hoy no sienten ese llamamiento y la consecuencia más visible es el mal trato que la lengua madre sufre. Es triste comprobar que la alfabetización está muy maltratada y no sólo por los modernos “analfabetos” de la sociedad de hoy, porque también a nivel de aquellos que usan la escritura en su función profesional. Esta aversión a la lectura es aún más inconcebible, si pensamos que las generaciones de las “entas” pertenecen a una época, a un medio en que la tendencia era precisamente para impedir que leemos: “para de leer, porque vas a estropear la vista; se va hacia fuera jugar, porque está un hermoso día; apaga la luz, porque ya es tarde, etc, “. Eran “sermones” que oíamos. Hoy, esta misma (nuestra y más nueva) generación dice no tener tiempo para leer y añade: ¿dónde podemos ir a robar tiempo para leer? a la televisión, a las tareas diarias, a otras formas de convivencia; a las redes sociales, etc? Para muchos, existe un conflicto entre el deseo de leer y la falta de tiempo para hacerlo. Por eso, algunos medios de transporte (metro, etc) son, en los tiempos modernos, la mayor “sala de lectura”. Pero le gusta leer es una forma de amor, al libro, a la palabra ya la voluntad de aprender, tal como lo es amar a alguien (hijos, padres, cónyuge)? Entonces, por ese orden de ideas, también amar sería un robo de tiempo, tal como el tiempo de lectura. Otros, argumentan que sale caro comprar libros, pero se olvidan que hay mucha oferta gratuita para leer. Por ejemplo, bibliotecas, préstamos de libros y, modernamente, pero sin éxito, “bancas de intercambio de libros” libre y gratuito en centros comerciales, jardines públicos, etc. Leer es el alimento del alma y de la educación y de la formación, tal como comer, sano, es vital para el ser humano. ¿Caminamos hacia una preocupante analítica, en la era de un desarrollado sistema comunicacional sin paralelo?

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