Mis temores, como los de la mayoría del país, han estado muy acertados. No es secreto para nadie las zancadillas que el régimen tiene permanentemente para la oposición democrática. Los acusa de todo lo malo. Es vergonzoso cómo los jerarcas del régimen no asumen absolutamente nada de los aconteceres diarios de esta patria de Bolívar. La culpa siempre es de los demás. Qué dirigencia en el mundo puede ser capaz de decir semejante contradicción. El gobierno debe gobernar, para eso está ahí. El camino que hemos transitado estos últimos años peor no ha podido ser. La población mayoritaria no se resigna a vivir en la edad de piedra con la ley del revolver. Los escuálidos que aun apoyan este gobierno, a pesar de que algunos son ilustrados, no son capaces de rebatir uno solo del entramado e incomprensible teatro del horror en que han convertido al país. Parecen hipnotizados. Por ahí leí: “Un Estado donde queden impunes la insolencia y la libertad de hacerlo todo, termina por hundirse en el abismo”. Pues ya estamos hundidos y el horizonte que se perfila para este 2016 es aterrador. Una gran amiga me ha sugerido que deje de escribir porque las consecuencias en algún momento pueden ser terribles para mí. Es cierto, he podido ver eso en personas que hoy están detrás de las rejas, sólo por opinar. Pero desde mi lugar es un aporte que hago para salir de esta barbarie en la que vivimos actualmente. Claro que tengo mis temores, pero entonces con qué cara podría quejarme si ni siquiera soy capaz de opinar. Ya sé que quienes gobiernan no rectificarán porque no pueden. Ya esa oportunidad de hacerlo no la tienen y el único camino que les queda es el abismo. Y lamentablemente nos espera a todos. Ahora es la palabra mágica, o nos unimos o nos hundimos. Lo que si tengo claro es que la libertad no se negocia. Es el bien más preciado de los humanos, en consecuencia, es lo primero que pierde cuando delinque.