En un momento en que los reinos de España y Portugal competían por el dominio del Océano Atlántico y de las costas africanas, surge la necesidad de un convenio que estableciera el reparto de las zonas de navegación y conquista para evitar conflictos entre ambas coronas. Así, el 7 de junio de 1494 se firma el tratado de Tordesillas según el cual se establecía una línea de demarcación a 374 leguas al oeste de las islas de Cabo Verde, que le daba a Portugal la posibilidad de explorar el extremo de lo que hoy es Brasil.
Aunque esto conlleva a pensar que para aquel entonces era inexistente la presencia portuguesa en Venezuela, entre el grupo de marineros bajo el mando de Alonso de Ojeda que descubren el país en 1499, ya se encontraba presencia lusa. Pronto la estampa portuguesa se haría mayor. Así lo resume Antonio de Abreu Xavier en su libro “Con Portugal en la Maleta”: “Manuel de Serpa llegó con los alemanes que entraron por Coro mientras que Cortés Rico formó parte de la expedición de Francisco Fajardo, y otro portugués, Francisco Freire, iba en la cruzada de Luís de Narvaez. En la expedición del Orinoco se aventuraron Antonio Fernandes y Álvaro Jorge bajo la comandancia de Alonso de Herrera y Fernando de Barrío. Los Llanos fueron escenario de la marcha de (…) Antonio de Acosta y Juan Fernandes de León Pacheco”.
La presencia lusitana en tierras criollas se consolidaría rápidamente y en 1519 existía una provincia llamada Portugal, a la que se llegaba zarpando desde Cumaná y navegando en dirección sur viendo la costa. Años más tarde, en 1532, se registra la participación de Pedro Portugués en el comercio de perlas de Cubagua.
Comienzan los aportes…
Uno de los mayores aportes lusos al país se da en 1579, cuando Manuel Pimienta cierra sociedad en Mérida con Francisco Gonzales de Lima, para comercializar casabe hacia Caracas y Valencia. El camino a utilizar se convirtió en la primera ruta recua para el comercio de mercancías entre el centro y occidente del territorio.
Los portugueses también dieron sus aportes étnicos a la sociedad venezolana por medio del matrimonio. “La relación de Antonio Yanez con sus sirvientas indica que la mezcla de los portugueses con los indios aborígenes dio origen a una estirpe de familias indoportuguesas” explica de Abreu Xavier, quien además resalta el papel de los negros traídos de territorios portugueses en África en las diferentes líneas de descendencia en Venezuela: de los 102 individuos negociados entre 1595 y 1600, 42 provenían de Angola.
En el censo de 1607, ya existían otros nombres de portugueses radicados en el país; entre ellos, Juan Fernandes de León Pacheco, fundador de Guanare, y Manual da Silva, administrador real. No es en vano que según el censo, de 48 extranjeros que vivirían en Caracas, 41 eran de nacionalidad portuguesa; de ellos, 23 estaban casados, lo que demuestra el origen luso de muchos apellidos caraqueños.
Otra presencia de gran relevancia para 1619 era la del Capitán Diego de Ovalle, quien tenía la encomienda de los terrenos de Choroní, donde introdujo e intensificó la siembra de cacao además de colaborar a la edificación del pueblo. También resalta el capitán portugués Pedro González de Golpellares, quien en 1644 debió justificar su origen lusitanos; y los evangelizadores Esteban de Arzola y Buenaventura de Malvenda, quienes llegaron a la Provincia en la última década del siglo XVII tras predicar la fe católica en África y Brasil.
Finalmente, debemos recordar a Manuel de Acosta y Abreu, cuyo apellido pasa a la tradición venezolana casi cien años después por medio de su tataranieta Nicolasa de Acosta, Heroína de Cocorote.
Un luso en el Panteón Nacional
Los tiempos de la colonización quedan atrás. La presencia lusa se desdibuja durante casi un siglo y luego aparecen testimonios aislados en la etapa independentista con casos como el de Paulo Jorge o José Tomás Machado. Este último, luego de cursar estudios en Lisboa y Cádiz, se unió a la causa emancipadora de la Provincia de Guayana y sirvió bajo las órdenes de Francisco de Miranda, participando en varias batallas y estampando su firma en el Acta Constitutiva del Congreso de Angostura en 1819. Sus restos reposan en el Panteón Nacional desde 1942.
Tras la Independencia, se intentó repoblar el territorio venezolano con algunos decretos de inmigración. Durante este período iniciado en 1831, destaca la presencia de los portugueses Gregorio García González, Carlos da Costa Gomes y Francisco Santos, entre tantos otros que venían de trabajar en Curazao. La actividad de los portugueses justificó la creación de representaciones diplomáticas en ciudades y puertos de gran movimiento comercial. Asi, ya en la segunda mitad del siglo XIX había cónsules portugueses en Caracas, Ciudad Bolívar, Cumaná, La Guaira y Puerto Cabello. Esta red consular se consolidó luego con la llegada desde Panamá de Fernao de Amaral Botto Machado, quien condujo la misión lusitana en Caracas hasta que le fue encargada a Joaquim Travassos Valdes en 1919.
El inicio de la segunda etapa
Desde comienzos del siglo XX hasta 1935, la inmigración portuguesa se caracterizó por la dispersión y bajo número. En ese período Venezuela mostraba inestabilidad política y un territorio poco comunicado, por lo que Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez temían la influencia de los extranjeros. La política se basaba en permitir la entrada “graneada” de extranjeros y ubicarlos en regiones del país donde pudieran ser vigilados.
Esto no asustó a los portugueses y, como reseña de Abreu Xavier, se supo de la llegada de Adelina Engracia y Adriano García; Joaquim de Pontes Junior; Ernesto Farache y su esposa Carmen; José Fernandes, Antonio Goncalves, Policarpo Rodrigues, Antonio Fernandes, Manuel de Agrela Coitinho y José de Sousa. También se registran decesos de otros lusos como José Gomes, José de Los Santos, José Pariente, Amalia Garcia, Serafino Acosta y José Gonzalvez. La presencia lusitana en tierras criollas apenas comenzaba…