Camina a lo largo del Centro Portugués y todos lo saludan con un cariño enorme; el mismo que acontece en los eventos de la comunidad lusa que se realicen en cualquier parte de Venezuela.

Su entusiasmo, simpatía y alegría lo convirtieron en una persona digna de admirar. En este país, todos los lusitanos lo recuerdan por el hecho de haber jugado en el Deportivo Portugués en su época o por pertenecer a una familia de deportistas conocidos como los “Candela”.
Pedro “Candela” Benítez nació el 30 de mayo de 1949 en la antigua Cruz Roja de San Bernardino, en el sello de una familia numerosa. Su padre, el boxeador, Eustacio Benítez obtuvo el apodo de “Candelita” por su pasión por el deporte; su madre, Petra Benítez, adquirió a fuerza la educación; dos de sus siete hermanos, guarda las mejores remembranzas de su infancia.
Con solo siete años de edad, después de un intento frustrado de ingresar al boxeo, entró en el equipo de fútbol del colegio Don Bosco, ubicado en la Avenida Rómulo Gallegos a la altura de Boleíta, dónde desarrolló su pasión por el balompié y su aprendizaje por las enseñanzas recibidas. Pero, ahí no duró mucho, una oferta del Real Guarenas asentó las bases de un futuro brillante.
Su papá ejercía presión cuando le decía: “Si no estudias, no llegarás a ningún lado”, Candela solo estudió hasta tercer año de bachillerato. “Cuando comienzas a ver dinero haciendo algo que te gusta, dejas de lado otras prioridades”, dice. Fue en ese momento cuando decidió dejar el liceo y enfocarse en su carrera como futbolista profesional.
En 1967, el cazatalentos Joaquim Dinis lo llevó a entrenar en el Deportivo Portugués, equipo en el cual estrechó vínculos con la comunidad lusitana y ganó la Copa Venezuela del año 1972. Ahí estuvo hasta 1978. Muchas anécdotas tiene de esos tiempos. Entre ellas una con Fafá Fagúndez, cuando apenas era un novato. “Me mandó amarrar un pantalón y le hice un nudo. Mira muchacho, ahí me multaron. No sabía la inocencia. Ese fue uno de los primeros chascos que me llevé”, cuenta.
“Yo tenía mucho tiempo viniendo al club y nunca quise trabajar aquí. Me dijeron que viniera, me insistieron, les dije que los ayudaría hasta diciembre. Eso fue en el 2000”
Previo a eso, conoció a Socorro Carillo, quien se convirtió en su eterna compañía y le dio cuatro hijos: Tres hombres y una mujer. Ahora, Benítez tenía que trabajar mucho para mantener una familia cada vez más numerosa y asegurarles un futuro. En aquel momento, el balompié en el país no era una disciplina de primer nivel mundial y quienes lograban vivir de eso, era porque eran realmente buenos.
Vinieron tiempos de objetivos conseguidos y oportunidades para Candela: En 1979, viajó por primera vez a Portugal (Isla de Madeira) con el conjunto amateur del Marítimo de Funchal, para disputar un partido. Sin embargo, no fue su única visita a la Perla del Atlántico, pues hizo tres más e hizo grandes amistades y compartió con figuras del balompié portugués, como el internacional Cruz, del Benfica.
Candela recuerda, entre risas, una ocasión en la que perdió un diente cuando aterrizó en Madeira: “Estaba comiendo en el avión y me voló un platino. Tuve que ir a la Cruz Roja cuando llegué”. Asimismo, relata con emoción su cumpleaños número cincuenta, que fue celebrado en la Isla: “Me reuní en la isla con todos mis amigos y celebré. Para mí, los portugueses son buenos amigos. En efecto tengo más amigos portugueses que venezolanos”. Estuvo en las filas del Marítimo hasta que dejó de existir, hasta 1995. Pero, a nivel amateur. “Ya estaba viejito para jugar profesional”, se acuerda con una sonrisa.
Labora en el Centro Portugués desde hace 14 años con niños entre tres y ocho años de edad. “Yo tenía mucho tiempo viniendo al club y nunca quise trabajar aquí. Me dijeron que viniera, me insistieron, les dije que los ayudaría hasta diciembre. Eso fue en el 2000 y no sé hasta cual diciembre. Comencé a trabajar con los niños de cuatro años en la cancha de frontón, nadie quería entrenarlos y como venía de la alcaldía de trabajar con preescolar, hasta hoy”, explica.
“Primero están los estudios, segundo los estudios, tercero los estudios y en el último lugar, dedicarse al fútbol”
Alegrías y tristezas
La experiencia más bonita que le tocó vivir como futbolista en tierras portuguesas fue su presencia, en un día 13 de mayo, en Fátima (Leiría), donde la virgen apareció y presenció la peregrinación de esa fecha. Pero, no todo en su vida fue una alegría: Hace doce años su hijo fue asesinado en Puerto La Cruz. Para poder superar ese hecho tan doloroso, se apoyó en su familia y su trabajo para seguir adelante.
Hoy en día, Candela tiene nueve nietos que llenan sus días de alegría. También es entrenador del equipo infantil del Centro Portugués. Cuando observa al pasado, se siente orgulloso de cada paso y decisión que ha tomado en su vida. “Dediqué mucho tiempo a este deporte y actualmente le dio gracias a Dios que me permitió darle a mi familia un futuro. Aprendí mucho sobre la vida y lo maravillosos que son los portugueses”, afirma.
“Primero están los estudios”
Candela le recomienda a todos los niños hijos de lusos y de la comunidad venezolana en general es que se preparen académicamente. El mundo actual es cada vez más exigente y los estudios son vitales para salir adelante. Sumado a eso, el balompié es algo que requiere de mucho trabajo. “Los chamos que quieren triunfar en el fútbol tienen que trabajar bastante para conseguirlo. Pero, primero están los estudios, segundo los estudios, tercero los estudios y en el último lugar, dedicarse al fútbol. Todo llega en su momento. Lo importante es mantener la humildad y no caer en los vicios. Esa es la fórmula para llegar bien lejos”, expresa.
Autores:
Fernando Cámara
Sergio Ferreira Soares