Marcos Ramos Jardim
La Región Insular de Madeira fue descubierta y conquistada por los navegantes portugueses en el año de 1419, comenzando su proceso de colonización a partir de 1425, el nombre de “Madeira” fue concedida por la gran cantidad de madera que se encontraba en dicho archipiélago distribuido por las islas Madeira, Porto Santo, Salvajes y Desiertas. Durante el inicio de su poblamiento se apertura la cosecha agrícola de la caña de azúcar, que rápidamente se extendió hasta la ciudad de Funchal, la capital de la isla termino siendo un puerto seguro y obligatorio para la ruta comercial europea durante la segunda mitad del siglo XV, posteriormente la aparición del vino desplazo la caña de azúcar y reimpulso la economía madeirense durante los siglos XVII y XVIII.
El nacimiento del sector turístico en la isla de Madeira comenzó a florecer durante la edad contemporánea, específicamente los siglos XIX y XX, que logró cautivar la curiosidad de los turistas que hoy en día las clases con mayores recursos económicos ha fijado su residencia temporal en la región insular, hoy en día Madeira goza de autonomía junto con el archipiélago de las Azores gracias a la Constitución Portuguesa de 1976, que abrió paso para la creación de la Región Autónoma de Madeira, contando con un Presidente del Gobierno Regional, electo por una Asamblea Legislativa, teniendo los diputados el poder de legislar.
Descubrimiento del Archipiélago de Madeira
El origen de Madeira se estableció alrededor de unos 5 millones de años, cuando se produjeron explosiones volcánicas en la zona occidental del océano Atlántico, gracias a las reiteradas erupciones que depositaron capas de lava, cenizas y rocas originaron la formación del archipiélago conformado por las isla de Madeira, siendo la de mayor territorio y densidad poblacional, Porto Santo al noreste de Madeira y cuenta con menor población, y las deshabitadas Desertas y Salvagens a 250 km al sur de la capital Funchal, hoy son consideradas como reservas naturales.
Cuando el navegante lusitano João Gonçalves Zarco desembarcó en Madeira, la isla estaba deshabitada hasta su descubrimiento en el año 1419,. Sin embargo, no obstante se considera que los helénicos, romanos, fenicios y árabes pasaron por aquí durante sus expediciones por el Atlántico Norte. La llegada de los primeros barcos portugueses en 1418 fue fortuita. Los marineros que laboraban para Enrique el Navegante encontraron en la isla de Porto Santo mientras exploraban la costa africana de Guinea, fueron arrastrados al noroeste por una violenta tormenta. Después de muchos días a la deriva en alta mar avistaron una pequeña isla a la que en su momento fue llamada Porto Seguro y posteriormente fue renombrada Porto Santo, pues salvó a la tripulación de Zarco de un destino fatídico.
Con el beneplácito del Infante, la flota regresó un año más tarde, encontrando al suroeste un paraíso flotante. La nueva tierra debió parecer a sus descubridores una visión encantada, un paraíso verde flotando en medio del Atlántico. Inmediatamente fue bautizada como «Madeira» por la abundante vegetación que la cubría. Los gigantescos troncos de los árboles de Madeira influyeron en la construcción naval portuguesa, permitiendo que las carabelas tuvieran mástiles más altos y elevaran los castillos de proa y popa, lo que contribuyó al éxito de viajes como el de Bartolomeu Dias que trazo las rutas de navegación del imperio portugués en el Cabo de la Buena Esperanza en 1488, que posteriormente contribuyo con los viajes de Vasco da Gama a la India en el año 1498 y Afonso de Albuquerque durante la toma de Malaca en 1511.
Poblamiento de las islas
En torno a 1425 se inició la colonización de las islas que conforma el archipiélago de Madeira, por orden del rey Juan I de Portugal. Posteriormente en 1440 se inicia la organización de las capitanías, nombrándose a Tristão Vaz Teixeira capitán-donatario de la capitanía de Machico. Seis años más tarde, Bartolomeu Perestrelo se convirtió en capitán-donatario de Porto Santo y en 1450, João Gonçalves Zarco es nombrado capitán-donatario de la capitanía de Funchal. Los primeros colonos fueron los tres capitanes-donatarios y sus respectivas familias, un pequeño grupo de personas de la pequeña nobleza, gente de condiciones modestas y algunos antiguos presos del Reino. En proceso escalonado en el que participó gente de todo el reino.
Algunos de los principales conquistadores salieron del Algarve en el Portugal continental, donde jugaron un papel fundamental en la implantación de las bases del régimen de propiedad. En este proceso podemos mencionar también el norte de Portugal, es decir la región de Entre Douro y Minho, origen de quienes intervinieron específicamente en la organización del área agrícola.
Desde el Algarve, en las localidades de Tavira, Lagos, Silves, Aljezur y Sagres, también hay constancia de que varias personas se trasladaron a las nuevas islas del reino. Hay siervos, escuderos, caballeros y nobles que marcaron el inicio del asentamiento, que rápidamente se extendió geográficamente a otras zonas, como Santa Cruz, Câmara de Lobos, Ribeira Brava, Ponta do Sol y Calheta.
Para obtener las condiciones mínimas para el desarrollo de la agricultura en la isla, tuvieron que desbastar una parte de los densos bosques y construir un gran número de canales de agua, llamadas “levadas”, para transportar las aguas que abundaban en la costa norte a la costa sur de la isla. En los primeros tiempos, el pescado y los productos hortícolas eran los principales medios de subsistencia de los pobladores.
Época de los descubrimientos
Madeira también sirvió de modelo para la colonización de Brasil, basada en las capitanías hereditarias, como lo atestigua el nombramiento de Pedro de Góis por el rey Juan III, el 25 de agosto de 1536, cuando el rey le ordenó que ejerciera el cargo en la forma en que debía hacerse y como “provedor da minha fazenda” en la isla de Madeira. En Brasil, los madeirenses también desempeñaron un papel importante en la Insurrección de Pernambuco contra la ocupación holandesa.
Durante el siglo XV, Madeira desempeñó un importante papel en los descubrimientos portugueses. También se hizo famosa por las rutas comerciales que unían el puerto de Funchal con toda Europa. Y fue en el archipiélago de Madeira donde el navegante Cristóbal Colón profundizó en el arte de la navegación y planificó su famoso viaje al continente americano.
En los siglos XVII y XVIII, una grave crisis económica y alimentaria motivó la diáspora madeirense. Miles de familias partieron hacia las colonias. En Madeira, la gente sufría hambre y miseria. En 1747, el rey João V ordenó el reclutamiento voluntario de parejas para poblar la isla de Santa Catarina. En 1751, el gobernador Manuel Saldanha da Gama escribió en algunos puertos de la isla, la gente sólo se alimentaba de raíces, flores de retama y frutas. En el mismo año, el rey D. José ordenó el reclutamiento, sólo en la ciudad de Funchal, de mil parejas sin medios de subsistencia para promover el asentamiento de las colonias, especialmente en Brasil.
Inicio de la agricultura: Ciclo de los cereales
Hasta los años setenta del siglo XV, el paisaje agrícola estaba dominado por los cultivos de cereales. Dicha producción dominaba la economía de Madeira, generando grandes excedentes que abastecían los puertos del reino, los mercados africanos y la costa de Guinea. Todo ello fue el resultado de la alta fertilidad del suelo provocada por la quema para despejar el camino de las primeras zonas de cultivo. Según algunos registros que datan de principios del siglo XV, se realizaba una cosecha que superaba en un 65% las necesidades de la población local.
Sin embargo, a partir de la década de los sesenta, la introducción y difusión del cultivo de la caña de azúcar provocó un importante descenso del cultivo de cereales, dicho suceso condujo a una producción deficitaria a partir del año 1466, lo que comprometió seriamente los compromisos de abastecimiento de los puestos comerciales y feudos africanos. A partir de entonces, la mayor parte de los cereales consumidos tuvieron que ser importados. En 1479, sólo había suficiente para cosechar durante cuatro meses, y el resto del cereal se importaba de las Azores y las Islas Canarias para su abastecimiento.
El Boom del Oro Blanco, El Ciclo de la Caña de Azúcar
En el siglo XV, Madeira inicia el cultivo de la caña de azúcar, importada de Sicilia por el Infante Enrique. Con la rápida expansión de la industria de la caña sacarina, Funchal se convierte en un centro comercial de excelencia, frecuentado por comerciantes de varias nacionalidades, lo que cambia su dimensión financiera insular. Para el año de 1472, el azúcar de Madeira pasa a exportarse directamente a Flandes, hoy Bélgica que pasó a ser su principal centro redistribuidor. Por lo tanto a la isla de Madeira se le reconoce por su particular importancia en el eje de estas relaciones entre Flandes y Portugal.
Con la producción de la caña de azúcar, Madeira atrajo y retuvo a aventureros, clientes y comerciantes de los orígenes más recónditos, de ahí que en aquella época se considerara esta explotación el principal motor de la economía madeirense. Muchos fueron los extranjeros que se desplazaron a la región para el negocio del azúcar, sobre todo los italianos, vascos, gallegos, catalanes y flamencos.
La comercialización del azúcar en Madeira experimentó su punto álgido en la segunda década del siglo XVI, que coincide con la fecha de la mayoría de las obras de arte flamenca para la isla, en un ambiente de prosperidad comercial que era notorio. Se importaron obras de grandísimas proporciones, sobre todo pinturas, aparatosos trípticos o retablos mixtos, así como imágenes de interés de Brujas, Amberes y Malinas. Asimismo, se importaron objetos de plata, cobre y piedras con incrustaciones de metal, de Flandes y Hainaut, como las que pueden verse en la Catedral de Funchal y en Museos como el de Arte Sacro. Por lo tanto hasta la primera mitad del siglo XVI, Madeira fue uno de los principales mercados del azúcar del Atlántico. No obstante, derivadas razones llevaron al declive de este ciclo y dieron lugar a otros mercados.
Ciclo del Vino
La caña de azúcar dio paso al vino, fortificado, famoso y apreciado en todo el mundo. Incluso William Shakespeare, a mediados del siglo XVI, en su obra «Ricardo III», puso de relieve la creciente reputación del vino de Madeira, destacando el Malvasía en un drama en el que el duque de Clarence, hermano del rey Eduardo IV de Inglaterra, muere ahogado en un barril de vino de Madeira. El viñedo de Malvasía fue realizado por los sacerdotes jesuitas tras el gran saqueo de Córcega en 1566.
Con el declive de la producción azucarera a finales del siglo XVI, los cañaverales fueron sustituidos por viñedos, dando origen al llamado “Ciclo del Vino”, que adquirió fama internacional y propició el ascenso de la clase alta con buen capital. Con el recrudecimiento de los tratados comerciales con Inglaterra, se instalan en la isla importantes mercaderes anglosajones que de forma paulatina terminaron controlando el cada vez más importante comercio vinícola insular. Los comerciantes ingleses se instalaron en la plaza de Funchal (Praça Funchalense) a partir del siglo XVII, consolidándose los mercados de América del Norte, las Antillas y la propia Inglaterra. En los siglos XVII y XVIII, la estructura de la “ciudad del vino se sobrepone a la ciudad del azúcar”.
Los diversos gobernadores de Madeira y hasta los conventos de Funchal terminaron por entrar en el comercio vinícola. A lo largo del siglo XIX, dos graves dos plagas (Oidium y Phylloxera) azotaron los viñedos madeirenses, ocasionando grandes pérdidas. A fin de conservar el mercado internacional del vino de Madeira, se intentó plantar castas más resistentes, aunque de menor calidad. Los característicos espacios de fabricación, envejecimiento y almacenamiento de vino, que antaño proliferaban, todavía hoy se pueden conseguir en algunos establecimientos. La memoria de contextos relacionados con la faena vitivinícola está presente en instituciones como el Instituto del Vino de Madeira, H. M. Borges y la Madeira Wine Company.
Ciclo del Turismo Terapéutico y Científico
En los siglos XVIII y XIX, Madeira se destacó por las cualidades climáticas y por sus efectos terapéuticos, revelándose, a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, como estancia para tal fin, en función de las entonces consideradas cualidades profilácticas de su clima y en la cura de la tuberculosis. El clima agradable, manifestado por las temperaturas equilibradas entre el día y la noche y, también, la existencia de pocas amplitudes térmicas diurnas y anuales, contribuyeron que Madeira no solo fuese divulgada como recomendada, sino también altamente demandada.
La fama de Madeira en este campo se difundió rápidamente por toda Europa y la isla se benefició de la coyuntura de inestabilidad europea, pues las guerras liberales del momento bloqueaban las vías de acceso a las estancias de cura del sur de Italia y Francia. El flujo marítimo destinado a tales regiones, que integraba a ingleses, alemanes y rusos, potenciando a la región insular de Madeira en un potencial turístico.
A lo largo del siglo XIX, la convivencia con poetas, escritores, políticos y aristócratas fue frecuente. Durante mucho tiempo, la isla permaneció como lugar de acogida para estos enfermos, siendo considerada la primera y principal estancia de cura y convalecencia del viejo continente. La presencia, cada vez más asidua, de estos enfermos, realzó la necesidad de que se crearan más infraestructuras de apoyo: sanatorios, alojamientos y agentes, que sirvieran de intermediarios entre estos forasteros y los propietarios de tales espacios de acogida. El turismo, tal como hoy lo entendemos, daba sus primeros pasos.
Orígenes del Turismo
Durante el siglo XIX, los visitantes de la isla se resumían en cuatro grandes grupos diferentes: enfermos, viajeros, turistas y científicos. La mayoría de los turistas pertenecía a la aristocracia adinerada. Cabe destacar que este suceso logró el incremento de las rutas marítimas y el interés por la botánica propiciaron la introducción de nuevas plantas, que aclimatadas a la isla, enriquecieron los jardines de las residencias y, en especial, de las fincas nacidas alrededor de la ciudad durante el siglo XVII.
En Madeira, el principal puerto y ciudad ya no monopolizaban la atención de los viajeros: los paseos a pie, a caballo y de red, permitían incursiones en el interior de la isla. A final de los años cuarenta del siglo XIX, se instauraron las bases para la creación de un conjunto de infraestructuras de apoyo en el interior de la isla. Sin embargo, solo a partir de 1887 se registra la existencia de una red adecuada de hostales fuera de Funchal. No obstante, la presencia de estas unidades de alojamiento no acabó con la tradicional hospitalidad de las casas y fincas existentes en la zona sur.
Como resultado de la elevada demanda registrada en la época, fue necesario preparar guías para los visitantes. El primer guía turístico de Madeira apareció en 1850, y ya destacaba elementos de historia, geología, flora, fauna y costumbres de la isla. Respecto a las infraestructuras hoteleras, los ingleses y los alemanes fueron los primeros en lanzar la red hotelera madeirense.
Desarrollo de la red de transportes
En la primera mitad del siglo XX, las atenciones se concentraron en el transporte aéreo. La apertura al mundo, por esta vía, se inició a través de los hidroaviones, que empezaron a operar el 15 de mayo de 1949, con aparatos de la “Aquila Airways”. Posteriormente le sucedió “Artop”, hasta 1958, periodo durante el cual desembarcaron 32.838 pasajeros.
En 1960, se inauguró el Aeropuerto de la Isla de Porto Santo y el archipiélago de Madeira pasó a beneficiarse, por primera vez, de trayectos aéreos regulares entre ambas islas, cuya conexión ya estaba asegurada por el transporte marítimo a cargo de los Ferryboats “Lisbonense” y “Cedros”.
En 1964, el turismo de Madeira gana otra proyección, con la construcción del Aeropuerto de Santa Catarina hoy en día Aeropuerto Internacional Cristiano Ronaldo, con una pista de 1.600 metros de extensión. La nueva infraestructura permite que los aviones operen en la isla y estos, beneficiándose de rutas nacionales, internacionales y chárters, consiguieron mover, en la época, amplias capas turísticas. La pista de este aeropuerto se amplió en el año 2000 a 2.781 metros, quedando parcialmente construida en una losa sobre el mar, asentada en 180 pilares.
También en la primera mitad de este siglo se produjo el aumento del Puerto de Funchal, que constituyó en la ampliación del muelle en toda su longitud y en su prolongación. En esta época también tuvo lugar el inicio de la construcción de carreteras y la vía rápida que logro acortar las distancias entre los municipios.
Autonomía de Madeira
El archipiélago de Madeira en el año 1976 ganó su autonomía política, social y administrativa, convirtiéndose en una Región Autónoma de la República Portuguesa junto a las Azores. Este hecho fue resultado del 25 de abril de 1974 en la revolución de los claveles, que marcó el inicio de una nueva era para la región insular, distribuida por 11 concelhos y 47 freguesias.
Con la entrada de Portugal en la Unión Europea, la Región Autónoma de Madeira (RAM) se benefició de fondos que le permitieron apostar más por el desarrollo regional en diversos sectores. La red de carreteras fue uno de los principales objetos de mejora con diversas infraestructuras que reducen las distancias ya aumentan la seguridad de quienes circulan. El turismo madeirense pasó a caracterizarse, cada vez más, por un elevado flujo de turistas y por la consiguiente aparición de nuevas infraestructuras hoteleras y de una nueva filosofía de intervención en esta área, asociada al desarrollo económico, social y cultural que se inicia en la Región.