Varias generaciones y una pasión mantienen vivo el folclore de Os Lusíadas

La agrupación celebra 30 años con nuevos desafíos y abiertos a recibir más integrantes

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Delia Meneses

Son más que un grupo folclórico. Son amigos, familia y apasionados por la cultura tradicional portuguesa. Acaban de cumplir 30 años y van por más bailes.

Durante tres décadas son varias generaciones las que han danzado, cantado y tocado al son de la Asociación Cultural Grupo Folklórico Os Lusíadas. La agrupación fundada en Caracas por varios amigos, el 27 de octubre de 1988, más allá de mantener vivo el folclore de Portugal Continental y de la isla de Madeira, se transformó en un proyecto cultural marcado por la fraternidad.

En Os Lusíadas surgieron noviazgos que terminaron en matrimonios, como el de Vanda Goncalves y Manuel Rogelio de Abreu: ella bailarina y él acordionista. «Yo tenía 22 años, aquí nos conocimos, nos hicimos amigos y nos enamoramos», cuenta Vanda. Hoy, sus dos hijas, de 12 y 7 años, bailan en la agrupación como su madre. «Yo les inculqué ese gusto por lo nuestro. Me encanta esa emoción que siento con cada baile. Cuando estoy en el grupo es como si me trasladara a Portugal», cuenta esta hija de madeirenses.

La asociación, que sus fundadores decidieron bautizar con el nombre del emblemático poema épico de Luis de Camões, es una segunda familia para la mayoría de sus miembros. Entre baile y baile, además de historias de amor, también ha habido espacio para la integración. En el grupo Os Lusíadas han confluido portugueses, hijos de portugueses, venezolanos de «pura cepa» y colombianos, lo que evidencia una apertura a personas de otras nacionalidades que se interesan por el folclore lusitano y acaban por amarlo, hecho del cual se enorgullece el presidente de la agrupación Fernando Neto.

No tienen sede ni pertenecen a ningún centro social portugués, han ensayado durante años en un pequeño restaurante en la avenida Las Palmas de Boleíta. Pero esto no les ha impedido prepararse para participar en los festivales folklóricos realizados en Venezuela desde 1993, obteniendo muchas premiaciones e incluso organizar varios de estos eventos pidiendo apoyo al Parque Miranda o a la UCV, que han sido sede de la actividad.

«Chula picada» es el baile que nos identifica y uno de los primeros que nos hizo ganar un festival, comenta Nakary Coelho, quien prácticamente creció en Os Lusíadas y desde hace un año es su directora de baile, un cargo que ya ocuparon Diego Pereira y Maciel Gómes. Ambos se fueron del país, así como varias parejas de baile y algunos músicos. Recientemente emigraron tres familias y eso significó perder a unos diez integrantes. Es una realidad con la que han tenido que lidiar. Hace poco, cuando se reunieron para celebrar sus 30 años, la tecnología hizo posible que antiguos miembros del grupo que ahora están en España, Miami, Londres, Dublin o Portugal, mandaran sus felicitaciones y de alguna manera participaran en la celebración. Fue un momento alegre pero también nostálgico, cuenta Agostinho Perregil, integrante de Os Lusíadas, quien actualmente suma unos 35 miembros.

Para Coelho, el amor por el folclore está en su ADN. Su papá es de Arcos de Valdevez y su mamá de Espinho, está en la agrupación desde que tenía 3 años y tiene varios familiares dentro y fuera de Venezuela que participan en grupos folclóricos. Recuerda que Os Lusíadas está abierto a recibir a nuevos miembros, con o sin experiencia, pues en el grupo lo que sobran son personas con disposición de enseñar. Actualmente hay cuatro parejas nuevas. Para Perregil, los requisitos son dos: tener ganas de aprender y de bailar. «Los ponemos a ensayar y en dos o tres meses ya están bailando en el ruedo», precisa.

Ese deseo por mantener vivo el folclore siempre ha tenido que lidiar con algunas barreras. «Es una responsabilidad, te quita tiempo de tus fines de semana, sobre todo cuando hay viajes al interior del país. Ensayamos una vez por semana y cuando hay eventos especiales dos veces. Al no tener sede, la inseguridad nos limita un poco. Pero yo me entretengo, me gusta lo que hago y lo hago con cariño y pasión», comenta Coelho, quien es economista y trabaja en el sector financiero.

Os Lusíadas están conscientes de que el folclore es mantener la tradición, lo real y lo autóctono, pero también se esfuerzan por innovar en la parte musical y en las coreografías. Coinciden en que hay mucha recreación y buenos momentos pero también disciplina y dedicación. Llegar a un festival implica unos tres meses de preparación, pues allí la idea es mostrar lo mejor que se tiene sin equivocaciones. Reconocen la labor de quien fuera su director de baile, Maciel Gómes, quien sembró ese deseo por la excelencia. «Esa exigencia de dar lo mejor de nosotros, pero con humildad, no llenarnos de ego sino de confianza. Y también sintiendo mucho respeto y admiración por lo que hacen los otros grupos», cuenta Coelho. «Sabemos lo que somos capaces de hacer. Nuestro fuerte son los bailes de la zona de Alto Minho, pero también con bailes madeirenses hemos ganado festivales», agrega.

La agrupación participa tanto en fiestas públicas en honor a la Virgen de Fátima u otras tradiciones lusas como en fiestas privadas, entre ellas bodas y 15 años. Goncalves siente la misma emoción cuando sale a tarima que la que sentía hace 20 años, pero reconoce que por la situación económica y social ya no es lo mismo que antes. «Ahora hay menos eventos. Antes en cada rinconcito de Caracas se hacía una fiesta en honor a la Virgen de Fátima, ahora eso ha disminuido». Recientemente se presentaron en Los Teques donde se construye el Santuario en honor a la Virgen. La motivación de los bailarines y músicos no ha cambiado a lo largo de estos 30 años: ser el alma de la fiesta dejando en alto el folclore y la cultura tradicional portuguesa.

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